En Barcelona hay lugares típicos por su espectacularidad arquitectónica y por su afluencia de gente, pero hay una faceta de la ciudad que pasa desapercibida si no conoces bien la ciudad. Plazas en medio de barrios laberínticos, jardines misteriosos con naturaleza autóctona e incluso edificios con un gran importancia histórico que carecen de la misma publicidad que otros con valor similar son algunos de los lugares escondidos de Barcelona que no te puedes perder. En este post desvelamos algunos de estos secretos bien guardados, nueve lugares insólitos para quienes ya conocen la Sagrada Familia, Las Ramblas o el Park Güell, y quieren sorprenderse de lo que la mayoría de guías pasan por alto.
El urbanismo de Barcelona no podría entenderse sin el papel de la burguesía, que durante los primeros años del siglo XX se hacían construir mansiones ostentosas, a menudo flanqueadas por jardines con especies autóctonas y exuberantes. Es el caso de los Jardines de la Tamarita, en el barrio de Sant Gervasi. Son un buen lugar para tomar un poco de distancia del meollo la ciudad y tomarnos un respiro rodeados de naturaleza. Estos jardines destacan por la combinación de su estructura arquitectónica francesa y por la presencia de especies vegetales importadas en aquella época, únicas en la ciudad, como el roble sedoso y una haya de hojas púrpura. Dispone de una área de juego infantil y una mesa de ping pong.
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En un recoveco de las laberínticas calles del Gòtic podemos encontrar esta joya escondida. Romántica y con un toque barroco resulta una plaza presidida por una pintoresca iglesia y ambientada con un silencio perfecto. Pero este lugar también alberga una honda memória histórica, protagonizada por un bombardeo fatídico el 1938 durante la Guerra Civil. La fachada de la iglesia recuerda esos hechos funestos, que ahora quedan en segundo plano con el ir y venir de los niños que juegan en la plaza.
Si eres amante de los dulces esta calle será tu perdición. Situada en el Gótico, al lado de La Rambla, es conocida popularmente como la calle del chocolate porque alberga históricos locales donde el chocolate caliente y los dulces tienen un papel protagonista. Se trata pequeña calle peatonal de 130 metros de largo (fue la primera calle íntegramente para peatones, asfaltada y sin aceras de Barcelona) que está repleta de exquisitos aromas en cada rincón y culmina en la Iglesia del Pi, la única iglesia que permitieron los sarracenos durante el dominio musulmán de Barcelona. En la calle Petritxol se pueden divisar mosaicos que muestran la historia de lo que antiguamente fueron las costumbres de la calle. Estos pocos metros cuadrados, además, han sido testimonio de momentos históricos como la primera exposición artística de Pablo Picasso. El chocolate caliente ha sido servido a lo largo del tiempo entre barceloneses y siempre ha hecho las delicias de los turistas. La Granja Pallaresa, en Petritxol 11, es una de las más populares.
La llamada Vila de Gràcia tiene mucho de pueblo dentro de Barcelona, ya que está constituida por calles y plazas con una personalidad única cada una en la que los lugareños hacen vida paseando tranquilamente, tomando algo con los amigos, celebrando fiestas populares (las fiestas de Gràcia, en agosto, reúnen decenas de miles de personas)… Algunas de estas plazas llevan el nombre de piedras preciosas, como el topacio o la perla, ya que están ubicadas donde antiguamente había el barrio de los joyeros. La plaça del Diamant, conocida por la novela homónima de Mercè Rodoreda, icono de la literatura de posguerra, tiene además una memoria muy viva de la Guerra Civil, que se puede revivir visitando el refugio subterráneo antiaéreo descubierto en el transcurso de unas obras en 1992 y construido por los lugareños durante el conflicto bélico, que se puede visitar acompañado de un guía.
Los jardines de Laribal, situados en la montaña de Montjuïc, reunían en el siglo XIX a las clases populares que iban allí a merendar. Fue remodelado en varias ocasiones, ofreciendo actualmente un aspecto de estilo hispanoárabe que diseñó el arquitecto paisajista francés Nicolás Forestier y terminó Nicolau Maria Rubió i Tudurí. Cuenta con terrazas con pérgolas, plazoletas y fuentes, como la famosa Font del Gat, un surtidor oculto entre vegetación que dio nombre a una canción popular y que atrae a parejas de enamorados y familias. Además, ofrece una de las mejores vistas de Barcelona.
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Aunque las bibliotecas no suelen ser un atractivo turístico por naturaleza, esta Biblioteca ubicada en el Passeig Sant Joan resulta particular por la estatua de la libertad que alberga en su interior. Actualmente cuenta con un fondo bibliográfico que rebasa los 74.000 ejemplares así como la cuarta Estatua de la Libertad en el mundo. Está especializada en historia social y cultural del siglo XIX, masonería y movimiento obrero y anarquista.
En la Plaça de la Vila de Madrid, entre La Rambla y el Portal de l’Àngel, podemos divisar desde la misma calle el yacimiento de una vía sepulcral romana que data entre los siglos I y III. Por entonces, la ley romana no permitía enterrar a los difuntos dentro de la ciudad y por lo tanto las áreas funerarias como esta, en la que se encuentran hasta 85 tumbas de personas de las clases populares, se situaban fuera, empezando justo en las murallas. Si nos interesa sumergirnos en el pasado romano de Barcelona, a poca distancia de esta plaza, en la Plaça del Rei (que alberga un conjunto monumental medieval de gran interés por sí mismo), se encuentra el Museu d’Història de Barcelona (MUHBA), que nos permite bajar al subsuelo de la ciudad para pasear por las calles de la Barcelona romana, en un yacimiento de incalculable valor arqueológico.
En el barrio de la Creueta del Coll, uno de los más alejados de las hordas turísticas, hay una finca con un secreto que su dueño a principios del siglo XX, Salvador Sansalvador, se encargó de guardar celosamente: un pozo cuyas aguas se creían medicinales. Josep Maria Jujol, arquitecto modernista de la obra en cuyo transcurso se encontró el pozo, que colaboró con Gaudí en el diseño de La Pedrera y el Parc Güell, se encargó cavar una cueva artificial con forma laberíntica que llevaría su nombre para acceder mejor a él, que le dan una aura de misterio. El agua del pozo se comercializó durante mucho tiempo hasta que la mina se agotó. Para visitar esta cueva hay que reservar una visita guiada en el Taller d’Història de Gràcia, que tiene la gestión del espacio.
También conocido popularmente como las Bugaderes d’Horta, esta peculiar callejuela se popularizó a partir de la inexistencia de agua corriente en las casas de Barcelona y la abundancia de ésta en esta parte de lo que en el siglo XVIII eran las afueras de la ciudad. El barrio de Horta se convirtió por este motivo en el lugar en el que se limpiaba la ropa de la población burguesa de Barcelona, donde las mujeres llevaban a cabo este duro trabajo (en algunas memorias se contaba que las lavanderas embarazadas parían a las 7 de la mañana y a las 9 ya estaban en el lavadero) pero también lo concebían como lugar de encuentro e intercambio de conocimiento y experiencias.